miércoles, 2 de marzo de 2011

Madre, anoche en las trincheras...

Caminando por el bosque,
entre flores vi que había
una carta ensangrentada,
de cuarenta años hacía.

Era de un paracaidista
de la Octava Compañía
que a su madre le escribía
y la carta así decía:

Madre, anoche en las trincheras,
entre el fuego y la metralla,
vi a mi enemigo correr,
la noche estaba cerrada.

Apunte con mi fusil
y al tiempo que disparaba
una luz iluminó
el rostro que yo mataba.

Clavó su mirada en mí,
con sus ojos ya vacíos.
¿Madre sabe a quién maté,
a qué soldado enemigo?

Era mi amigo José,
compañero de la escuela,
con quien tanto yo jugué
a soldados y a trincheras.

Ahora el juego era verdad
y su cuerpo yace en tierra,
madre, yo quiero morir,
ya estoy harto de esta guerra.

Y si te vuelvo a escribir,
tal vez sea desde el cielo,
donde encontraré a José
y jugaremos de nuevo.

Dos claves en el agua
no se pueden marchitar,
dos amigos que se quieren
no se pueden separar.

Si mi cuerpo fuera pluma
y mi corazón tintero,
con la sangre de mis venas
te escribiría un "Te quiero".

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