martes, 27 de abril de 2010

La Posada de Nadie - Rath Mo

     Rath Mo era un pueblo como cualquier otro, como cualquier otro de la nueva era. Apenas tres generaciones han pasado desde la Gran guerra; para los mayores aún el recuerdo está presente, para los jóvenes hace una eternidad de aquellos acontecimientos, para las ciudades el crecimiento aun es lento y pesado y es donde más se nota el desastre de aquellos terroríficos días... o quizá no, pues la vegetación sufría una enfermedad de la cual aun no se tenía constancia y que haría cambiar mucho al mundo, ni siquiera entonces se podía sospechar de las grandes pérdidas que habían sufrido ni lo importantes que serían en un futuro.

     Rath Mo era pequeña pero tenía cierto encanto. Apartado del mundo, en un refugio que había encontrado entre bosques y colinas se concentraban rasgos de diferentes y antiguas razas. No se  podía decir a ciencia cierta quien se había instalado primero ni cómo es que habían llegado a vivir tan extrañas y diferentes culturas pero así había sido, y de esa esplendorosa unión había nacido el pequeño pueblo de Rath Mo. 

     El pueblo no tenía un orden riguroso, ni leyes estrictas, simplemente la comunión de unos con otros se había formado de tal manera que llegaban a respetarse los unos a los otros. El fin común era: subsistir, levantarse de las guerras y seguir viviendo, darles algo a los hijos y vivir lo más pacíficamente posible.

     A las afueras se esgrimía uno de los más viejos edificios del pueblo: La Posada de Nadie. Un edifico extraño, sencillo pero cómodo y, de una manera curiosa, precioso. Las posabas son edificios de mucho uso, entran y salen muchas personas y es normal que el suelo o el mobiliario no presenten el aspecto más bello del lugar, sin embargo con La Posada de Nadie eso no pasaba. La posada era un edificio de varias plantas en escala; su centro era un tronco retorcido que crecía inclinado por el viento, de él salían varias cuartos con formas ovaladas y de diferentes tamaños.